jueves, 29 de abril de 2010

Los abejones de abril

La mayoría de nosotros hemos escuchado en alguna oportunidad la expresión: “anda como abejón de mayo, pegando en todo lado”. Pues resulta que, por la actitud despreocupada de la mayoría de nosotros, quienes hemos contribuido a causarle al medio ambiente un daño prácticamente irreparable (o al menos muy difícil de enmendar) ahora sucede que los abejones son de abril, no de mayo.
Algo aparentemente tan insignificante, como la época en que están apareciendo ahora los abejones, viene a ser una muestra del desbalance que existe en cuanto a los cambios climáticos se refiere.
Este simple ejemplo evidencia que, si continúan los cambios ambientales de forma tan acelerada sin que hagamos algo al respecto, no solamente los abejones van a aparecer antes de tiempo, sino que la humanidad se seguirá viendo gravemente afectada por catástrofes: sequías, huracanes, terremotos y, en general, fenómenos naturales que el hombre no puede controlar y que en algún momento podrían llegar a exterminarnos a todos.
A veces este tipo de comentarios parecen muy exagerados, pero es la cruda realidad: diariamente vemos a la gente tirando basura de toda clase en la calle, muy pocas personas se dedican a sembrar árboles para tratar de reponer el montón que son cortados sin razón alguna más que la económica, una gran mayoría de las personas son renuentes a utilizar bolsas de tela o de material reciclable, las industrias siguen tirando materiales tóxicos en los ríos. En fin, como que no nos entra en la cabeza -aunque un abejón nos la haya golpeado en abril y no en mayo- que tenemos que hacer un esfuerzo por cambiar si queremos seguir habitando esta casa llamada planeta, que tanto hemos descuidado.

jueves, 15 de abril de 2010

¿Qué nos va a quedar de La Sabana?

Hace menos de una semana, me encontré con la desagradable sorpresa de que fueron cortados bastantes árboles que estaban cerca del estadio que se encuentra en construcción en La Sabana.
Cuando observé los troncos tirados en la acera y parte de la calle me embargó un sentimiento enorme de tristeza. ¿Cuánto tiempo se demoraron esos árboles en crecer? ¿Cuánto afecta al medio ambiente en términos reales cortar árboles que no van a ser sustituidos?
Por otro lado, recordé la oposición que hicieron varias personas destacadas en el medio de la cultura y el deporte a la construcción del nuevo estadio en el Parque La Sabana y me percaté de que lo que pronosticaron, tristemente, ya se está haciendo realidad. Poco a poco, para abrir paso a la estructura de ladrillo y metal, han ido cortando árboles, han cerrado parcialmente al público el acceso al parque y, mientras crece el estadio, los árboles y las zonas verdes se van reduciendo.
Por esto me gustaría que si alguien sabe acerca de la planificación de la construcción del estadio me contestara, tomando en cuenta el impacto sobre el medio ambiente ¿qué nos va a quedar de La Sabana?

miércoles, 7 de abril de 2010

El “deber ser”, el “ser” y la nueva Ley de Tránsito


En mi opinión, los seres humanos en general y los costarricenses particularmente, nos caracterizamos por hacer comentarios sobre lo que “debe ser”, estableciendo los principios por los que nos debemos regir y la forma en que debemos actuar, ya que nos consideramos los dueños absolutos de la verdad. Cada uno estima que tiene la razón: somos expertos en derecho, política, educación, economía y en toda clase de materias, hasta en el fútbol (aunque muchas veces no tenemos la menor idea de los principios que rigen estos campos).

Muchos opinan, por ejemplo, acerca de la nueva Ley de Tránsito: que debe ser más rigurosa, que quienes han consumido determinada cantidad de alcohol y son sorprendidos conduciendo deben ir a prisión (esto sin saber si se puede establecer con certeza que se encuentran en estado de ebriedad y, consecuentemente, podrían causar un accidente con pérdida de vidas humanas o lesiones considerables a una persona); inclusive, hay quienes dicen que la ley debe aplicarse “con garrote”, con el fin de evitar que personas inocentes mueran por culpa de la irresponsabilidad de otros.

Pero resulta que ese “deber ser” que se establece en las normas - ya sea de carácter legal, económico, social, etcétera- en la práctica, casi siempre no responde a la realidad, o sea, el “ser” (lo que realmente sucede) no es lo que “debe ser”.

Aunque parezca un juego de palabras, es claro que el “deber ser” es el ideal, y el “ser” es, en la mayoría de los casos, paradójicamente, la triste realidad. Por ello, creo que antes de pensar en sancionar penalmente todo aquello que nos parece una conducta indebida, deberíamos empezar por analizar todas las implicaciones que esto tiene, puesto que, aunque nadie debería conducir bajo los efectos del licor, esto sucede y sería ilusorio pensar que, bajo la amenaza de ir a dar a la cárcel, quienes tienen la costumbre de conducir bajo los efectos del licor van a dejar de hacerlo.

En cuanto a las implicaciones, en primera instancia, me llama poderosamente la atención que se comparen legislaciones que se aplican en sociedades con características totalmente distintas con el fin de fundamentar que, como en “x” país a los conductores que manejan sus vehículos habiendo ingerido licor se les envía a prisión, en Costa Rica también debe hacerse. Ante esta clase de afirmaciones yo diría que no puede hacerse comparaciones donde las diferencias sociales son abismales.

Y aquí hago un enorme paréntesis para que quede claro que no defiendo de manera alguna a aquellos irresponsables que conducen bajo los efectos del licor, pero resulta que la verdad es que los problemas con este tipo de legislaciones es que suelen tener gravísimos errores, porque generalmente se trata de “apagar incendios” y en la práctica, consecuentemente, vienen a ser un desastre.

Hecha la aclaración, es necesario señalar que al redactar este tipo de leyes se olvida los principios fundamentales del derecho penal de fondo, los cuales, justamente en beneficio de los ciudadanos, establecen claramente que debe haber un bien jurídico tutelado y una norma detrás de cada tipo penal. En otras palabras ¿cuál es el bien jurídico tutelado en aquellas leyes que sancionan el homicidio? Por supuesto que “la vida humana” y la norma es la que dice “no matarás”. Ahora, para que se sancione a una persona con prisión (que es la sanción más severa en nuestro sistema penal) ésta debe haber violado esa norma. Entonces ¿cómo se fundamenta enviar a prisión a una persona que no ha incumplido la norma ni ha afectado el bien jurídico tutelado?

Lo más importante aquí es que el derecho penal, que es aquél que se ocupa de los delitos y las penas, es de carácter represivo, no de carácter preventivo. Y es en este punto donde la mayoría de la gente se espanta y dice: ¿entonces no se va a hacer nada hasta que el borracho no mate a alguien?

Pues resulta que para “prevenir” existen otros medios: se puede sancionar a quien se demuestre, con certeza, que conducía bajo los efectos del licor con la suspensión de la licencia y la pérdida del vehículo, pero hablar de prisión en estos casos implica que la sanción no es proporcional a la falta. Para sancionar este tipo de conductas está el derecho administrativo, el derecho civil y la misma legislación de tránsito que impone multas a quien transgrede las normas establecidas en ella.

Lo más importante es que se debe tener presente que en el Código Penal ya se encuentra la sanción para quien, en forma culposa (violando los deberes de cuidado, uno de ellos, por supuesto, no conducir bajo los efectos del licor), provoque con su actuar la muerte de una persona o le cause lesiones considerables.

Se trata de una pena de prisión proporcional al gravísimo hecho de la pérdida de una vida humana o de una lesión considerable a la integridad física de una persona. Pero establecer una sanción de tal gravedad para quien no haya incurrido en un hecho de similar proporción, implica un craso error por parte de quienes tienen la responsabilidad de crear las leyes y esto, estimo yo, es aun más grave, porque va a llegar el día en que se volverá a sancionar a las personas con penas de prisión por lo que son (como sucedía en la derogada Ley de Vagancia) y no por los hechos que realizan y sus consecuencias.

sábado, 3 de abril de 2010

La mayor muestra de amor

Durante esta Semana Santa he estado reflexionando acerca de lo que (creo firmemente) se trata de la mayor muestra de amor conocida en toda la historia de la humanidad y que sigue vigente el día de hoy: Jesucristo, el Hijo de Dios, dio su vida por amor para que toda nuestra maldad fuese limpiada y tuviésemos acceso por medio de El al Dios Padre. Jesús venció a la muerte y otorgó a la humanidad -llena de faltas e injusticia- la posibilidad de reconciliarse con Dios.

Para mí lo más importante, más que sostener discusiones teológicas o hablar de religión, es que cada uno de nosotros permita que Dios actúe en nuestras vidas, que sigamos el ejemplo de Jesús: que el amor no sea cuestión de palabras sino de hechos.

Que en silencio oremos y tratemos de acercarnos a Dios, que es el único que puede ayudarnos a vivir conforme a su voluntad, de manera que nuestro propósito principal en la vida sea emular esa grandiosa muestra de amor. Que no importa el lugar donde nos encontremos podamos ayudar a otros, perdonar a quienes nos han ofendido, ser tolerantes con los demás aunque no piensen o actúen igual que nosotros.

Que podamos ser amigos en los que se puede confiar (aquéllos que no piensan solo en su bienestar), que mostremos lo que significa tener a Dios en nuestro corazón brindando apoyo incondicional a quienes nos rodean, prestando nuestro hombro a quien lo necesita para descargar sus penas, escuchando al angustiado que sufre amargamente y que muchas veces lo único que necesita es que le prestemos atención. En fin, mostrando que nosotros somos capaces, con ayuda de Dios, de contagiar a otros de ese incomparable amor que Jesús nos dio.

Actuando de esta forma tendremos frente a nosotros un gran desafío, porque cumplir con los deseos de El Padre no es cosa fácil, pero cuando vemos el impacto que nuestro amoroso ejemplo puede tener en la vida de otros, tendremos la certeza de que todo esfuerzo ha valido la pena y que Dios está con nosotros llenándonos cada vez más de ese amor sin igual.